I. A veces nos encontramos con personas egoístas que se comportan de manera que la gente comienza a odiarlos por su conducta. Estas personas nos amargan la vida, porque no respetan a los demás. El cuento que sigue se refiere a esta clase de personas.
II. Había una vez un hipopótamo que, para ir a trabajar, debía tomar el autobús por la mañana temprano. En vez de guardar cola como los demás, empezaba a dar empujones y codazos; quería ponerse el primero, y siempre lo conseguía. A menudo gritaba, causaba peleas y provocaba disgusto por parte de sus vecinos y colegas. El caso es que, cuando alguien llegaba a la parada del autobús, siempre encontraba allí al hipopótamo por delante de todos.
III. Pero el hipopótamo no estaba contento con ello, le parecía poco. Por ello, cuando ese animal, odiado por todos los demás pasajeros, subía al autobús, otra vez recurría a empujones y gritos, siempre era muy grosero. El hipopótamo deseaba sentarse en el mejor sitio posible, y para hacerlo, no le importaban los medios.
Cuando ya estaba acomodado en el asiento, abría descuidadamente el periódico y tapaba con sus grandes hojas, las caras de sus vecinos; después, tosía con la boca bien abierta, no le preocupaba la gente a su alrededor. Es que con su tos la infección podía difundirse por todo el autobús, afectando a los demás pasajeros. Además, se movía en el asiento constantemente, tratando de ponerse cómodo, y molestaba mucho a todo el mundo.
IV. Salía del autobús igual que había entrado, descuidadamente, con empujones y codazos. Cuando al fin ponía el pie en la calle, todos los pasajeros respiraban con alivio y se ponían muy contentos.
¡Son horribles los individuos como este! Amigos, nunca seáis como este hipopótamo. Vivimos en una sociedad y tenemos que preocuparnos un poco de no molestar a los demás.